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jueves, 10 de julio de 2014

El Espiritualista en la Sociedad: NUNCA NOS SALVAREMOS SOLOS por el Maestro Omraam Mikhaël Aïvanhov

El Espiritualista en la Sociedad: NUNCA NOS SALVAREMOS SOLOS por el Maestro Omraam Mikhaël Aïvanhov

NUNCA NOS SALVAREMOS SOLOS

Palabras del Maestro OMRAAM
 
Adquirir lo necesario para ellos y su familia es la mayor
preocupación de los humanos. De vez en cuando piensan un poco en los demás, pero sólo en raras ocasiones. Es por ello que la suerte de la humanidad no mejora: los hombres son egoístas, no piensan en la colectividad. Creen que con arreglar sus asuntos es suficiente para vivir seguros. Y esto no es verdad.

Los humanos, sean o no conscientes de ello, pertenecen a una colectividad, y si en esta colectividad ocurren disturbios o desgracias, su bienestar individual no puede estar seguro. 
 
Por tanto, aunque consagren todo su tiempo a resolver sus problemas, en realidad, nunca quedarán definitivamente arreglados. Siempre aparecerán inconvenientes, que provienen de la colectividad, y que traen consigo la ruina. 
 
La historia nos lo demuestra; ha existido gente muy rica y poderosa que aparentemente parecía indestructible. Sin embargo, ocurrieron algunos disturbios en la colectividad y ellos terminaron por perderlo todo, incluso la vida. Sólo mejorando la vida colectiva puede el individuo estar seguro y sentirse protegido de las necesidades.

Ahora corresponde a cada uno de vosotros el cambiar su punto de vista limitado, egocéntrico, por un punto de vista más amplio, más universal: saldréis ganando no sólo en el plano material, sino también, y sobre todo, en el plano de la conciencia.

La conciencia se despierta verdaderamente en el hombre cuando en él se manifiesta la sensibilidad a las nociones de colectividad y de universalidad. Esta facultad le permite sentir que los otros son como una prolongación de él mismo. Sólo aparentemente el ser humano está aislado, separado de los demás; pero en realidad, existe una parte espiritual de él mismo que forma parte de la colectividad que vive en todas las otras criaturas, en todo el cosmos. 
 
En el momento en que esta conciencia espiritual despierta en el ser humano, cada uno percibe lo que ocurre de bueno o de malo a los otros como si a él mismo le pasara, y entonces se esfuerza en no hacer más que el bien, ya que es un bien que está haciéndose a sí mismo.

Hasta ahora, todas las enseñanzas espirituales han conducido a los humanos por la vía de la salvación individual. El saber, los poderes, la iluminación, todo lo que se adquiría era para uno mismo. Por ello, muchos se aislaban en algún lugar de las montañas, en grutas o en monasterios, con el fin de no ser molestados. Esta filosofía ha quedado desfasada. 
 
Por supuesto, hay que perfeccionarse, pero no aislarse física o espiritualmente para evitar ser molestados por los demás, bien al contrario, hay que aceptar los inconvenientes, hacer sacrificios, incluso sufrir, pero siempre siendo útiles.

Así, si frecuentáis una Escuela iniciática solamente con el objetivo de ocuparos de vuestra propia evolución espiritual, demostráis que vuestro ideal no es muy elevado. 
 
Algunos dirán: «Pero nosotros queremos salvar nuestra alma». Si, es verdad, eso ha sido lo que las religiones han predicado durante siglos: que debíamos salvar nuestra alma. Pues bien: esto no es muy glorioso; no debéis ocuparos más de salvar vuestra alma. ¿Qué os imagináis? ¿Qué valor, qué importancia tiene «vuestra alma» frente a la gran cantidad de criaturas que existen

y a la inmensidad de la creación? Dejad de ocuparos de vosotros mismos y pensad en el alma de los demás. ! Entonces os salvaréis! Si no, tratando de salvar vuestra alma, os aisláis del resto de la humanidad. Y ya nadie cuenta para vosotros! sólo pensáis en salvar vuestra alma! Esto no conduce a nada, y ni siquiera es bello. Hay que apartar esta idea.

Los espiritualistas deben renunciar a la búsqueda de su bienestar o de su salvación personal: han de convencerse de que esta perfección no es tan sólo para ellos. Perfeccionamos sólo para nosotros mismos equivale al cincuenta por ciento de nuestro trabajo. 
 
Nuestra verdadera labor es la de perfeccionamos para nosotros y para los demás, con el fin de ser útiles al mundo entero.
 

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